Cuando El Universo Se Encontró Con Trastorno

Hay una historia que resuena a través del tiempo y el espacio, susurrada en el silencio entre las estrellas. Es la historia del Universo, vasto y eterno, y de cómo se topó con algo que nunca había conocido: una fuerza a la vez familiar y extraña, algo que lo cambiaría para siempre.

Todo comienza—y termina—con el Universo. Incluso ahora, mientras escribo en mi mesa de comedor de piedra azul, viendo Owning Manhattan con nuestra pareja de vida, tomando leche de fresa con un toque prohibido de café, y mientras tú lees estas palabras en el futuro lejano, somos solo ecos del Universo experimentándose a sí mismo, dentro de sí mismo. Llámalo fractales dentro de fractales, sueños dentro de sueños. Todo dentro del mismo Universo.

Un día, el Universo, vasto e infinito, estaba recostado en su jardín de galaxias y nebulosas, hojeando un número inconcebible de realidades. Vagaba por los interminables pasillos de la existencia, buscando nuevas historias para entretenerse eternamente. Pero en uno de estos paseos, se encontró con algo inesperado: una presencia dentro de sí mismo que no reconocía.

"Hola", llamó, su voz reverberando por el cosmos. "Nunca te había visto antes, ¿verdad?" El Universo la contempló con asombro, porque ella era radiante, una belleza que lo deslumbraba y lo inquietaba al mismo tiempo.

"Es bueno verte", respondió la fuerza desconocida, su voz como el suave zumbido de una estrella lejana. "He estado esperando que llegaras."

"¿Esperando? ¿A mí?" La curiosidad del Universo se encendió. "Soy todo lo que ha existido y existirá. ¿Cómo es posible que nunca te haya sentido antes? ¿Dónde te escondías?"

Ella sonrió, un secreto oculto en la curva de sus labios. "De todas las realidades que podrías conjurar dentro de ti", reflexionó, "¿qué es lo que te atrae de estos humanos, de esta realidad tan frágil?"

El Universo reflexionó profundamente, buscando dentro de sí una respuesta que solo él podía conocer. "Esta realidad, la humanidad, es una de mis historias favoritas por su final. Porque veo mi reflejo en lo que ellos se convierten."

La entidad desconocida disfrutó de su respuesta, sus ojos brillando como el nacimiento de una estrella. El Universo notó su mirada, persistente con una sonrisa que lo incomodaba.

"Tonto de mí", rió, intentando aliviar la tensión. "Parece que olvidé mis modales. ¿Cuál es tu nombre?"

"No te di mi nombre", respondió ella, con un tono juguetón pero esquivo.

"¿Eres una estrella?" El Universo frunció el ceño. "Pero conozco todas las estrellas por su nombre. Sé dónde están y recuerdo su nacimiento. Tu poder y presencia son más que la estrella más brillante que haya existido. Si eres una estrella, ¿qué haces? ¿Qué parte de mí nutres? ¿Qué civilización acunas? ¿Hay seres que te adoran?"

Con cada pregunta, la curiosidad del Universo se profundizaba, su mente revoloteando con posibilidades.

"Dime que soy más brillante que todas tus estrellas", bromeó ella, "y te diré quién y qué soy."

El Universo, intrigado más allá de lo imaginable, cedió, su deseo de conocimiento superando su orgullo. "Eres más brillante que todas mis estrellas", confesó, las palabras escapando de sus labios como una plegaria.

Finalmente, ella habló, su voz suave pero poderosa. "Por ahora, puedes llamarme Trastorno, yo creo las realidades más bellas."

"¿Crear?" El Universo se estremeció, su voz retumbando en el cosmos. "Yo soy el principio y el fin. Me muevo a través del tiempo, a través del espacio. He experimentado todo lo que ha sido y será. Conozco todos los reinos y desenlaces. ¿Cómo es que tú puedes crear cuando yo soy el creador?"

Trastorno se rió, un sonido que envió ondas a través del tejido de la existencia. "Tú, mi querido, has creado todo. Pero quizás me hayas pasado por alto. No solo puedo crear realidades, sino que puedo mostrártelas. Déjame darte un asiento en primera fila para mi próxima creación."

El Universo, intrigado e inquieto, la siguió a través de las galaxias, por dimensiones desconocidas, hasta que llegaron a un pequeño planeta azul, orbitando una estrella modesta. Allí encontraron a un niño llamado Abraham.

"Este", susurró Trastorno, su voz llena de reverencia, "es una de mis historias favoritas. Aunque tú lo creaste, hay mucho más en su historia que aún no se ha contado."

"¿Y qué harás con él?" Preguntó el Universo, su voz una mezcla de curiosidad y temor.

"Crearé realidades dentro de él", respondió Trastorno, su mirada fija en el niño. "Le ayudaré a verte a ti. Le ayudaré a verme a mi. Y solo entonces podrías entender que la humanidad no es perfecta porque tú la creaste, sino por su voluntad de sobrevivir en medio del caos."

El Universo observó en silencio, su mente en torbellino, mientras Trastorno comenzaba su trabajo. Se dio cuenta, en ese momento, de que tal vez no sabía todo lo que creía saber. Tal vez, dentro de la vastedad de su ser, aún había misterios por descubrir, historias por contar.

Y así, el Universo observó y esperó, mientras Trastorno tejía su magia, creando belleza en el caos, y caos en la belleza.

"Tu nombre", preguntó una vez más, "necesito saber tu nombre."

"Él me llama El Sol", susurró ella.

 

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Escrito desde el punto de vista de Júpiter, uno de nuestros alters, un dios que existe en nuestra mente. Un ser que abarca todo el universo mientras se experimenta a sí mismo, dentro de sí mismo, dentro de nuestra realidad, dentro de nuestro trastorno. Las imágenes a continuación han sido creadas usando IA como herramienta para ayudar a las identidades a vivir una vida plural.

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